Científicos confirman la conexión entre los dolores
articulares y los cambios de clima. Por qué la artrosis u otros achaques
anuncian que está por llover.
“¿Vamos al parque con este tiempo inestable? Llamemos a
la abuela, nunca falla”.
Y ella, la señora Esther no se hace de rogar: “Siento un hormigueo por aquí, un temblor por allá: seguro que alguna
gota va a caer”.
El Wall Street
Journal toma este ejemplo para contar la relación entre la meteorología y el
dolor, o cómo prever qué tiempo hará basándose en los propios achaques. Todos a
menudo confiamos más en el cuerpo que en los sitios oficiales para decidir cómo
vestirnos antes de salir de casa.
La relación
entre medicina y meteorología es muy antigua; ya Hipócrates estaba seguro de
que existía una relación muy estrecha y a la misma conclusión habían llegado
los maestros de la Medicina Tradicional China.
En
la época moderna, los científicos durante mucho tiempo fueron más cautos. Los
primeros estudios exhaustivos datan de mediados de los Noventa; uno de los
mejores está firmado por Amos Tversky de la universidad de Stanford que después
de seguir durante un largo período a unos veinte pacientes, llegó a la
conclusión de que “el humor sufre las
variaciones climáticas y por consiguiente gravita también sobre la salud”.
Ahora,
sin embargo, la creencia popular encuentra nuevas confirmaciones. Robert
Jamison, profesor de la Facultad de Medicina de Harvard explica: “El vínculo es directo y tiene motivaciones
biológicas”.
La misma opinión
es expresada por el Centro de Reumatología de Córdoba, Argentina, que acaba de
volver a publicar un estudio de 2010, actualizado: “Para quienes sufren de artritis, aunque no exclusivamente, existe una
relación directa entre los dos factores. No obstante, aunque varía de un sujeto
a otro”. En Italia, se ocuparon del tema los científicos del CNR, según los
cuales “uno de cada cuatro italianos”
presenta los síntomas.
Todas las
investigaciones ponen en evidencia que los cambios climáticos, los saltos
bruscos de temperatura, las lluvias o tormentas de nieve, traen aparejado un
aumento del dolor.
Los más
afectados son quienes sufren de reumatismos y artritis varias. Pero las
patologías inducidas son varias: dolor de muelas, cabeza, espalda, y también
duelen viejas cicatrices y fracturas no curadas del todo.
La
razón precisa todavía no ha sido individualizada, si bien la teoría más común
hace referencia a la presión barométrica: ésta baja cuando llega el mal tiempo
y de esa forma influye sobre la presión sanguínea ejerciendo una fuerza inusual
sobre las articulaciones. “Es como un globo que debe administrar el empuje del
aire interno y el externo: nuestro cuerpo reacciona de ese modo”, explica
Robert Jamison.
La relación ya
está tan aceptada que los canales que presentan el servicio meteorológico en
los Estados Unidos, muy vistos, tienen casi todos una suerte de “índice de la
artritis”, donde las tormentas y el dolor del país van de la mano. El Wall
Street Journal entrevista a un médico de Nueva York que lo confirma: “En los días de mal tiempo recibo el triple
de llamadas”.
Los estudios en
animales agregan más pruebas. Y no es sólo una cuestión de previsiones del
tiempo, el clima tiene una incidencia directa sobre nuestra salud. Según una
investigación de la Sociedad Europea de Cardiología, que examinó minuciosamente
a 16.000 pacientes, el frío aumenta los riesgos de infarto: cada 17 grados
Fahrenheit menos (unos 8,3°C menos) las probabilidades aumentan un 7%. También
pueden tener influencias negativas la exposición al viento y las subidas de
presión atmosférica que hacen colapsar el hipotálamo (que controla nuestra
temperatura corporal).
Ahora que se
descubrió el problema, falta el remedio. La idea de trasladarnos todos al calor
no funciona: los beneficios son de corta duración, como demuestra un sondeo
realizado por el mismo Jamison: “Alguien
que vive bajo el sol de California se queja igual que un canadiense. El cuerpo
se acostumbra rápido y los efectos del clima son idénticos”.
Lo
único que nos queda por hacer es consolarnos con las previsiones de la abuela y
de nuestros achaques: infalibles a la hora de recomendarnos el paraguas o los
anteojos de sol.
Fuente: Clarín
No hay comentarios:
Publicar un comentario