15 de septiembre de 2015

La abuela tenía razón: la rodilla es el mejor servicio meteorológico



Científicos confirman la conexión entre los dolores articulares y los cambios de clima. Por qué la artrosis u otros achaques anuncian que está por llover.

“¿Vamos al parque con este tiempo inestable? Llamemos a la abuela, nunca falla”. Y ella, la señora Esther no se hace de rogar: “Siento un hormigueo por aquí, un temblor por allá: seguro que alguna gota va a caer”.

El Wall Street Journal toma este ejemplo para contar la relación entre la meteorología y el dolor, o cómo prever qué tiempo hará basándose en los propios achaques. Todos a menudo confiamos más en el cuerpo que en los sitios oficiales para decidir cómo vestirnos antes de salir de casa.

La relación entre medicina y meteorología es muy antigua; ya Hipócrates estaba seguro de que existía una relación muy estrecha y a la misma conclusión habían llegado los maestros de la Medicina Tradicional China.

En la época moderna, los científicos durante mucho tiempo fueron más cautos. Los primeros estudios exhaustivos datan de mediados de los Noventa; uno de los mejores está firmado por Amos Tversky de la universidad de Stanford que después de seguir durante un largo período a unos veinte pacientes, llegó a la conclusión de que “el humor sufre las variaciones climáticas y por consiguiente gravita también sobre la salud”.

Ahora, sin embargo, la creencia popular encuentra nuevas confirmaciones. Robert Jamison, profesor de la Facultad de Medicina de Harvard explica: “El vínculo es directo y tiene motivaciones biológicas”.

La misma opinión es expresada por el Centro de Reumatología de Córdoba, Argentina, que acaba de volver a publicar un estudio de 2010, actualizado: “Para quienes sufren de artritis, aunque no exclusivamente, existe una relación directa entre los dos factores. No obstante, aunque varía de un sujeto a otro”. En Italia, se ocuparon del tema los científicos del CNR, según los cuales “uno de cada cuatro italianos” presenta los síntomas.

Todas las investigaciones ponen en evidencia que los cambios climáticos, los saltos bruscos de temperatura, las lluvias o tormentas de nieve, traen aparejado un aumento del dolor.

Los más afectados son quienes sufren de reumatismos y artritis varias. Pero las patologías inducidas son varias: dolor de muelas, cabeza, espalda, y también duelen viejas cicatrices y fracturas no curadas del todo.

La razón precisa todavía no ha sido individualizada, si bien la teoría más común hace referencia a la presión barométrica: ésta baja cuando llega el mal tiempo y de esa forma influye sobre la presión sanguínea ejerciendo una fuerza inusual sobre las articulaciones. “Es como un globo que debe administrar el empuje del aire interno y el externo: nuestro cuerpo reacciona de ese modo”, explica Robert Jamison.

La relación ya está tan aceptada que los canales que presentan el servicio meteorológico en los Estados Unidos, muy vistos, tienen casi todos una suerte de “índice de la artritis”, donde las tormentas y el dolor del país van de la mano. El Wall Street Journal entrevista a un médico de Nueva York que lo confirma: “En los días de mal tiempo recibo el triple de llamadas”.

Los estudios en animales agregan más pruebas. Y no es sólo una cuestión de previsiones del tiempo, el clima tiene una incidencia directa sobre nuestra salud. Según una investigación de la Sociedad Europea de Cardiología, que examinó minuciosamente a 16.000 pacientes, el frío aumenta los riesgos de infarto: cada 17 grados Fahrenheit menos (unos 8,3°C menos) las probabilidades aumentan un 7%. También pueden tener influencias negativas la exposición al viento y las subidas de presión atmosférica que hacen colapsar el hipotálamo (que controla nuestra temperatura corporal).

Ahora que se descubrió el problema, falta el remedio. La idea de trasladarnos todos al calor no funciona: los beneficios son de corta duración, como demuestra un sondeo realizado por el mismo Jamison: “Alguien que vive bajo el sol de California se queja igual que un canadiense. El cuerpo se acostumbra rápido y los efectos del clima son idénticos”.

Lo único que nos queda por hacer es consolarnos con las previsiones de la abuela y de nuestros achaques: infalibles a la hora de recomendarnos el paraguas o los anteojos de sol.

Fuente: Clarín

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